Implicancias morales sobre la prostitución

Implicancias morales sobre la prostitución

Por diversas razones una persona adulta y en sus cabales decide prostituirse. A su vez, otra persona sin ánimos de hacer ningún mal se entera de esto y decide pagar. Un tercero moralista repara en este intercambio y pretende detenerlo.

Se lanza a proteger con argumentos éticos a quien ha tomado la decisión de ofrecer sexo a cambio de dinero. El/la trabajador/a sexual, adulto en el completo uso de sus aptitudes mentales y calidad de ciudadano, manifiesta que va a realizar el trabajo de todas formas, quiere hacerlo, nadie lo/a obliga o maltrata, es simplemente una alternativa laboral. Sin embargo, el moralista insiste en su postura, se ofende y se indigna, critica la postura de los dos implicados y opina que hay que legislar en contra a semejante práctica. ¿A quién quiere salvar?

No vamos a ofrecer el argumento barato de que siempre existió la prostitución, y por lo tanto, hay que aceptarla. Probablemente la esclavitud también haya existido siempre (y es sabido que ciertas formas de prostitución se parecen a la esclavitud, factor absolutamente repudiable), pero no por eso vamos a rendirnos a ella, no es cierto? Tampoco vamos a encarar este tema del punto de vista de género. La prostitución existe tanto de mujeres como de hombres (y otras variantes de identidad sexual como el caso de las chicas trans o travestis).

Llama la atención cómo quienes condenan la prostitución son terceros que pretenden velar por los derechos de quién sabe quién, intentando salvar a algún grupo etario que ni ellos tienen muy claro cual es, solamente porque la idea que una persona adulta ofrezca servicios sexuales atenta contra su pudor. Un pudor construido en base a preconceptos, creencias e historias que alguna vez escuchó, de abuso o violencia, que nada tienen que ver con la práctica decente y regulada de la prostitución.

Estímulos existen que dan la pauta que, muchos quienes deciden dedicarse a esto no están locos, ni confundidos, ni son explotados, sino que, aunque algunos no compartan, deciden desde una postura válida y racional. Probablemente el argumento más fuerte es el de la baja inversión, se arriesga poco y se gana mucho, sumado al desarrollo del fenómeno en Internet, germinador de incentivos para desenvolverse preliminarmente en el más absoluto anonimato.

Concebimos respetable el hecho de que ciertas personas consideren el trabajo sexual indigno, pecaminoso, degradante o cualquier epíteto que prefieran. Pero, ¿no es aceptable que cierta parte de la población no lo vea así? ¿No creen que es menester construir un entorno en que la actividad sea regulada por parámetros dispuestos por las instituciones, mientas ayuda a establecer un umbral deseable para penalizar toda práctica que no cumpla con estos preceptos? ¿Desde cuándo un ciudadano puede imponer un paradigma moral por sobre otro?

El Estado como institución tiene un rol determinante al tratar el fenómeno social de la prostitución y la regulación que amerita. Abusos como la trata de blancas, la prostitución de niños y adolescentes, la falta de pulcritud y ambientes de trabajo poco seguros, son mucho más propensos a existir en un entorno no controlado.

Legalizar no significa desregular, sino lo contrario. Significa solventar ciertas normas para mantener una actividad controlada. Regulación implica definir las formas de prostitución que son legales y las que no. En el caso que compete a QuieroEscort.com, al día de la fecha (sugerimos que lean nuestros Términos y condiciones si todavía no lo han hecho), la prostitución es legal en Uruguay (Ley Nº 17.515), penaliza ciertas prácticas como ser la contratación de menores, el proxenetismo, establece lugares donde se permite o no el desarrollo de esta actividad, y más detalles que el lector podrá investigar por su cuenta si desea profundizar.